Otra ronda de corrupción
La corrupción es inherente a las personas. Desconocemos en qué momento de la evolución humana adquirimos este defecto, pero desde hace ya mucho tiempo forma parte de nuestro ADN. En algunas sociedades o colectivos es más habitual que en otros, aunque esta percepción puede ser engañosa, ya que todo depende de la visibilidad y difusión pública que se da a los casos de corrupción. Debemos asumir que este pecado no entiende de sexos, ideologías o creencias religiosas. Por este motivo, me rechina hasta límites insospechados la manipulación que se hace de la corrupción dependiendo de intereses personales, partidistas o ideológicos.
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