Desinformación oficial
Es indignante ver cómo nuestros dirigentes nos advierten de manera paternalista de los peligros de la desinformación, cuando realmente son ellos quienes en más ocasiones de las deseadas la fomentan con sus actitudes y declaraciones. El daño que ésta genera en la sociedad es el mismo, independientemente de si está provocada por su ignorancia, incompetencia, soberbia o inmoralidad. El problema es que las disculpas o rectificaciones posteriores, si es que las hay, no compensan el daño provocado. Lamentablemente, aunque ya es costumbre, durante los últimos días hemos sido testigos de varias odas a la desinformación oficial al hilo de la cogobernanza, del principio extremeño de prudencia ante las vacunas y de las comparaciones con los exiliados franquistas.
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