Sólo le pido a Dios
Su traje negro desgastado, como si hubiera sido testigo de incontables bodas, y su camisa blanca arrugada no hubieran llamado mi atención si no estuvieran combinados con unas chanclas, eso sí, negras. Sus pies, parte del cuerpo más cercana a la tierra, es decir, a la realidad, eran los que contaban la verdadera situación personal y económica del modelo que portaba ese llamativo conjunto. El traje no era más que un disfraz para imprimir algo de seriedad impostada junto a la guitarra que llevaba entre sus manos. Personajes como éste no escasean en el metro de Madrid, pero es lo que tiene ser de provincias, que cuando vamos a los madriles nos fijamos en detalles o personas que seguramente para los lugareños se han vuelto invisibles.
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