La energía del cambio
Con qué rapidez cambian nuestras rutinas. Hace unos meses salíamos a ventanas y balcones a aplaudir a las ocho de la tarde, poniendo cara aunque fuera en la lejanía, a muchos de los vecinos de bloque que no tenían rostro. Y ahora volvemos a encontrarnos, pero eso sí, un poco más tarde. Aproximadamente a media noche misteriosas sombras abren puertas y ventanas para una nueva moda impuesta. Sí, me refiero a las quedadas nocturnas para tender. La gran diferencia es que el estruendo de las palmas se ha visto sustituido por un silencio sepulcral, sólo roto por el chirriar de algunas poleas de los tendales y el ruido de las pinzas chocando contra el suelo cuando éstas son lanzadas al vacío por la incompetencia humana.
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