21/11/2019

Un periódico para combatir el frío

Por Pedro Lechuga Mallo

Centro de León. Frío. Gente pisoteando rápido el asfalto, aún a sabiendas de que llegarán a su destino tarde. Unos hablando por el móvil. Otros con los ojos fijados en su pantalla, revisando las últimas actualizaciones de sus pseudoamigos de las redes sociales. Y de repente, entre tanto velocidad y estrés algo llama mi atención, precisamente porque está quieto. Es como cuando miras con detalle un cuadro y ves que un personaje destaca sobre el resto. Y te preguntas si el que sobra es él o los que están fuera de lugar son el resto de integrantes que dan vida a esa composición. Los movimientos de nuestro protagonista son lentos. Me atrevería a decir que hasta su corazón late a menos pulsaciones que los del resto de muertos vivientes que estamos a su alrededor.

Pero no sólo es su quietud lo que acapara mi atención. Lo que sin duda me acaba por desconcertar es lo que tiene entre sus manos. Me detengo unos segundos y pienso que esa escena hay que inmortalizarla y guardarla en la galería de imágenes de mi móvil. Tengo dudas. Me digo a mi mismo que quién soy yo para ‘robarle’ ese momento de intimidad pública. Dudo de si tengo derecho con una foto a traerle de vuelta a un mundo en el que a él le hemos convertido en invisible. Y mientras esbozo una sonrisa pienso que quizás no somos tan diferentes. Él pide dinero y le sobra el tiempo y los que pasamos a su lado tenemos dinero pero de lo que carecemos es de tiempo. En definitiva, todos mendigamos. A todos nos falta algo y no me atrevo a decir qué es más valioso y prioritario, el tiempo o el dinero.

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