04/04/2019

Palabras prohibidas en elecciones

Por Pedro Lechuga Mallo

No es momento de arriesgar. Por mucho que nos quieran vender lo contrario, las campañas electorales se diseñan con el principal objetivo de no autolesionarse. La estrategia es estar agazapado en la trinchera a la espera del error del contrincante, para en ese preciso instante lanzar toda la artillería contra aquel que se olvidó por un momento de las directrices de los ideólogos y dijo algo, que en muchas ocasiones realmente piensa, pero que por obligaciones del guión no debía pregonar bajo pena de muerte, eso sí, política.

El pánico a murmurar las palabras prohibidas que son guardadas bajo llave al inicio de la campaña provoca que cada vez más los candidatos huyan por ejemplo de los debates electorales. Excusas para intentar evitar esa situación de riesgo hay de todos los colores, pero el verdadero motivo por el que muchos futuros dirigentes se esfuerzan en driblar a ese momento potencialmente embarazoso es reducir al máximo las probabilidades de cometer un error que pueda costarle unos miles de votos. También es muy común que los primeros espadas se expongan a los medios de comunicación lo menos posible, enviando de crucero turístico informativo a los subalternos. En los mítines u otros actos donde el sentido de la comunicación es unidireccional no hay problema, pero cuando el artista es entrevistado o se topa con una marabunta de micrófonos todo se complica, ya que es cuando los siempre malvados ‘plumillas’ tienen la ocurrencia, no me digan por qué, de hacer alguna pregunta.

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