¡Paren el mundo que me quiero bajar! Este ruego me asalta de vez en cuando ante ciertas situaciones que demuestran el devenir de nuestra sociedad actual. Lo más preocupante es que cada vez me asalta con mayor regularidad este deseo que, por cierto, nunca salió de la boca de Mafalda, aunque mucha gente así lo piense.
Los dos últimos acontecimientos que me han dejado ojiplático han sido las polémicas surgidas tras el último Grand Slam ganado por Rafa Nadal y el desenlace del Benidorm Fest. Como vivimos en un país de cainitas, el récord conseguido por el de Manacor ha servido para que ciertos sectores, utilizando como coartada el fallo u olvido involuntario de algunos comentaristas y periodistas, hayan dejado entrever que hay una práctica generalizada de ocultar y minusvalorar los éxitos conseguidos por la mujer en el deporte. Creo que fallamos el tiro como sociedad si nos empeñamos en ver absolutamente todo desde el prisma del género, ya que en ocasiones puede distorsionar la realidad. Quizás en lo que tengamos que aplicar más esfuerzos es en poner en valor las gestas de personas, sin importar su sexo. Aunque Rafa Nadal sea un hombre, deber ser utilizado como ejemplo para los niños y niñas de nuestro país. Que Rafa Nadal sea varón es lo de menos, lo importante son sus actos. Parece que algunas personas tienen amnesia selectiva y se hayan olvidado cómo toda España estaba pegada a la televisión a finales de los 80 y durante los 90 viendo cómo una tal Arantxa Sánchez Vicario conseguía sus tres Roland Garros. Dejemos por favor de utilizar los éxitos de mujeres y hombres como arma arrojadiza. Construyamos juntos en vez de destruir por separado.
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