29/03/2020

Los aplausos que nos unen como especie

Por Pedro Lechuga Mallo

Millones de personas salimos a nuestras ventanas y terrazas casi de manera inconsciente a las ocho de la tarde a aplaudir, sin darnos cuenta de que para encontrar los orígenes de este acto tenemos que echar la vista atrás en el tiempo. Y no hablamos de décadas, de siglos ni de uno o dos milenios. Tenemos que retroceder mucho más en el reloj de la evolución humana, pudiéndonos detener en diferentes momentos en los que nuestra especie estaba integrada por unos pocos miles de individuos. Estamos hablando incluso de cientos de miles de años. Hubo diversos episodios en los que nuestra especie estuvo a punto de extinguirse, pero salió adelante gracias a unos pocos supervivientes, lo que explicaría la similitud genética de la humanidad, una teoría aceptada por la mayoría de los evolucionistas.

A priori parece complicado encontrar el nexo de unión que enlace los aplausos que invaden cada tarde las calles españolas estos días con las peripecias de esos pocos supervivientes gracias a los cuales hoy podemos aplaudir. La clave está en que nuestros ancestros descubrieron que la unión era el único camino para la supervivencia y esa unión se incorporó a nuestros genes llegando hasta nuestros días. Salir a las ventanas y terrazas cada día para aplaudir tiene como principal motivación unirnos como especie para aumentar las probabilidades de éxito de superar esta crisis. Hace decenas y cientos de miles de años, nos unimos para encontrar fortaleza ante la soledad y poder seguir evolucionando y en 2020 volvemos a hacerlo.

Si descendemos de lo colectivo a lo individual, la acción de aplaudir junto a los vecinos no es más que un medio de expresión emocional, como apunta el psicólogo de HM San Francisco de León, Israel González Barro, “en momentos como los que estamos viviendo la tensión y represión emocional es máxima y las emociones tienen que ser expresadas, lo que conseguimos a través de esos aplausos, que se convierten en los mejores aliados para liberar tensión y combatir la soledad”. Es paradójico que a pesar de contar con las redes sociales e Internet necesitemos asomarnos a las ventanas para darnos cuenta de que no estamos solos. “Las redes sociales y los grupos de WhatsApp no dejan de ser fríos, ya que no hay contacto físico real, algo que sí conseguimos cuando salimos a aplaudir y sentimos la calidez que nos proporciona saber y ver que estamos rodeados de personas como nosotros, que estamos unidos por un objetivo común, salir de esta situación tan traumática”, señala Israel González Barro.

Tener un enemigo común, como en este caso es el coronavirus Covid-19, hace dejar a un lado las diferencias que existen entre las personas, ya que nuestro instinto nos obliga a centrarnos únicamente en la supervivencia de la especie. Los actos simbólicos, como el que nos ocupa, funcionan muy bien en el inconsciente del ser humano, ya que alivian las emociones y nos ayudan a que nuestro estado de ánimo sea óptimo. Estos actos y otros que han surgido a raíz de los aplausos, como por ejemplo poner música y cantar, nos permiten canalizar las emociones, a la vez que encontramos protección y fuerza para resistir.

Sin duda, una de las emociones que más atemoriza a los seres humanos es la incertidumbre sobre el futuro y ésta es precisamente la que habita en la mayoría de nuestras cabezas en la actualidad. Esta emoción nos genera mucha tensión, la cual conseguimos expulsar de la mente con cada choque de nuestras palmas, dando lugar a un sonido tribal que quizás no se diferencie tanto del que hace miles de años pudieron hacer nuestros antepasados al enfrentarse al reto de la supervivencia de la especie.