12/06/2021

La energía del cambio

Por Pedro Lechuga Mallo

Con qué rapidez cambian nuestras rutinas. Hace unos meses salíamos a ventanas y balcones a aplaudir a las ocho de la tarde, poniendo cara aunque fuera en la lejanía, a muchos de los vecinos de bloque que no tenían rostro. Y ahora volvemos a encontrarnos, pero eso sí, un poco más tarde. Aproximadamente a media noche misteriosas sombras abren puertas y ventanas para una nueva moda impuesta. Sí, me refiero a las quedadas nocturnas para tender. La gran diferencia es que el estruendo de las palmas se ha visto sustituido por un silencio sepulcral, sólo roto por el chirriar de algunas poleas de los tendales y el ruido de las pinzas chocando contra el suelo cuando éstas son lanzadas al vacío por la incompetencia humana.

No descubro nada al afirmar con rotundidad que una vez más, lo sucedido tras la subida de la luz demuestra que el mayor generador de cambios en el comportamiento de la ciudadanía es el dinero. No hay más que hurgar un poco en el bolsillo del contribuyente, para que éste cambie de un día para otro ciertas conductas. Me imagino cómo se sentirán los ecologistas y periodistas especializados en medio ambiente, que dedican ingentes esfuerzos para intentar pequeños cambios en nuestro comportamiento, pinchando la mayoría de las ocasiones en hueso. Seamos honestos, si nos pidieran que para proteger el medio ambiente sólo pusiéramos por ejemplo la lavadora en unas franjas horarias concretas, ¿cuántos de los que ahora salimos con nocturnidad a tender lo hubiéramos hecho?

Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.