18/04/2021

Juicios demasiado rápidos

Por Pedro Lechuga Mallo

Quizás me haya quedado anclado en el pasado. Quizás también esté influenciado por mi ejercicio profesional como periodista. Quizás sea un retrógrado y un ‘viejoven’. Quizás esté equivocado al pensar que hay ciertos valores y principios a los que el paso del tiempo no envejece ni deprecia su valor. Quizás esté otorgando mucha importancia a un detalle irrelevante. Quizás cometa un error al pensar que no todo vale. Quizás tenga alergia a lo políticamente correcto. Quizás me repugnan sin razón los pistoleros rápidos de las redes sociales. Quizás quiera imprimir una velocidad demasiado lenta y pausada a lo que acontece. Quizás tenía una imagen errónea de lo que debe ser la justicia, tanto la de toga como la popular. Quizás sea un ignorante redomado al pensar que el simple hecho de que una persona diga algo, no tiene por qué haber sucedido realmente. Quizás las pruebas sean simples elementos ornamentísticos en un juicio. Quizás sea eso.

Desde hace ya algún tiempo parece que en ciertos asuntos no es necesario escuchar la versión del acusado, aunque las únicas pruebas que existan contra él sean una declaración de la supuestamente persona afectada. Y no me refiero a los casos en los que una acusación, sea del tipo que sea, esté acompañada y respaldada por unas pruebas físicas o corroboradas por otros testigos. Puedo llegar a entender que en estas situaciones la gente se lance a juzgar de manera express y dictamine su veredicto en unos minutos e incluso segundos, aunque si nos ponemos puristas siempre se debería esperar a conocer la versión del acusado. Pero lo que es inaceptable es que se lapide virtual y socialmente a alguien cuando todavía no se tienen pruebas fehacientes del delito o falta cometida. Y si esto es criticable cuando lo hacen los ciudadanos de a pie, qué decir cuando lo ejecutan representantes públicos o personas de relevancia social de diferentes ámbitos. Estos deberían ser más prudentes y no ser precisamente ellos los que echen más gasolina a una hoguera que tiene el único objetivo de carbonizar a alguien, incluso antes de que pueda aportar su versión.

Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.