08/01/2021

De Reyes y vacunas

Por Pedro Lechuga Mallo

Vuelta a la más descarnada realidad. Tras unas semanas embriagados por el espíritu navideño que ha provocado una especie de amnesia colectiva, volvemos a estar a solas con el enemigo íntimo que nos acompaña desde hace meses. Todo ha finalizado con el adiós a los Reyes. Como hay mentes calenturientas, es preciso especificar que me refiero a los de Oriente, no a los de la Zarzuela. Aunque en esta ocasión y paradójicamente, un Borbón les estará esperando en su vuelta a casa. Acepto el debate sobre si la sangre es suficiente o no para heredar un trono, pero lo que está claro es que Juan Carlos I, al que también se le podría conocer en la actualidad como el cuarto rey mago de Oriente, estaba predestinado a reinar. Es la única explicación que encuentro a que viera la luz por primera vez precisamente el 5 de enero.

Indudablemente, las Navidades han estado condicionadas por la Covid-19, salvo para no pocos desalmados que han dado muestra de su idiotez sublime, participando en fiestas masivas clandestinas. Pero como siempre me gusta quedarme con el lado positivo de las cosas, la pandemia ha evitado el cada vez más bochornoso espectáculo de las cabalgatas de Reyes. Éstas han ido travistiéndose de tal manera, que, en ocasiones, son difíciles de diferenciar de las de Carnaval. Entiendo que los más pequeños aguantan todo, pero los que conocimos las cabalgatas de antaño, somos testigos de un espectáculo que a veces parece ideado por el propio Grinch. Los pastores y otros personajes tradicionales han sido víctimas de un ERE y en su lugar se han hecho contratos temporales a piratas, princesas y diversos personajes de Disney, dando lugar a un descarado intrusismo laboral. De momento sobreviven los tres Reyes, aunque en algunas ciudades ni eso, pero parecen invitados de compromiso. No se extrañen que, en un corto espacio de tiempo, quizás acaben también en la cola del Inem.

Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.