Desde mi infancia siempre me ha acompañado el texto de una pintada hecha sobre una pared convertida en lienzo al lado de la que fue mi casa en Valencia de Don Juan. Ese ‘Más lilares y menos militares’ siempre captó mi atención, me sonaba bien y me parecía original el juego de palabras. Pero, para qué engañarnos, no estuvo nunca entre mis preocupaciones infantiles y juveniles reflexionar concienzudamente sobre todas las aristas que se esconden detrás de cuál es el mejor camino para mantener la paz y evitar las guerras.
Esa pintada ya no existe, y nunca llegué a saber cuándo se hizo. Me imagino que fue en los años ochenta cuando en nuestro país se debatía sobre la permanencia o no en la OTAN, una duda que quedó resuelta con el referéndum de 1986.
Quién me iba a decir que unas cuantas décadas después, esa proclama volvería al presente y la vería nítidamente en mi memoria, cada vez que escucho o leo las posiciones antagónicas y fariseas sobre qué debe hacer Europa ante el esperpéntico escenario geopolítico actual.
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